lunes, 24 de marzo de 2014

Primavera, ¿Sólo una estación?

Llega el buen tiempo, y con el las promociones de los distintos centros comerciales, unos más grandes, otros más pequeños...todos se preparan para afrontar estos meses con el mayor desahogo posible, y como no para llenar dentro de lo posible sus hambrientos bolsillos. Cosa que todos haríamos si pudiésemos, ¿O no?

Pero en estos tiempos que corren, donde nuestras ajetreadas vidas no nos dejan más tiempo de descanso que el imprescindible, ¿Por qué no olvidarnos de los números por solo unas horas? Olvidar las deudas, los problemas, el alquiler o hipoteca, todo eso que debes al banco de turno...olvidar todo eso, caminar hacia un monte cercano y tumbarte en la tierra aun húmeda por el rocío matinal, sentir como su frescor invade tus pulmones cada vez que estos se llenan...puedes estar tranquilo, no te cobrarán por ello...al menos aún.

Oír el cantar de los pájaros, el agua en su travesía por ese arroyo que tienes a escasos metros invitándote a cerrar los ojos y parar de pensar, a evadirte. Invitándote a vivir como siempre has querido, sin rendir cuentas a nada ni a nadie.



¿Tu jefe? Olvida por un momento todo eso que te dijo esta mañana, abre los ojos, búscale forma a una nube, dos si lo prefieres...hoy eres hermano del viento, no lo olvides.

De fondo puede que oigas algún motor, ¿Un coche, una moto? Quien sabe...tampoco debería importarte demasiado, y mucho menos cuando veas las flores silvestres en todo su verdor acariciar tu cuerpo, como si de una amante reclamando atención se tratase, una amante que te ofrece todo a cambio de nada.

Verás como aquel pájaro que antes te deleitaba con su cantar ahora te observa curioso desde su rama, protegiendo a sus polluelos como antes lo hicieron nuestros padres con nosotros, recelosos de todo aquel que se acercase a sus pequeños.

¿Te consideras una persona paciente? Espero que sí, pues toda espera tiene su premio...ser arropado por la luna mientras la oscuridad de la noche te envuelve es uno de ellos, oír el cantar de un búho que recién ha salido de su escondrijo es otro de esos premios...

Estos estímulos no tratan de convencerte de nada, ni mucho menos. No son ningún tipo de guía a la siempre ansiada ''Paz interior'', y tampoco son meros sonidos, imágenes u olores, es mucho más sencillo de lo que crees...

Se trata de una invitación. Una dama de imponentes colores y afable carácter se ha fijado en ti, y como bien dije te está invitando...

Te está invitando a dejar de lado por unas horas tus preocupaciones y problemas, a limpiar las heridas que atormentan tu alma en sus suaves ropajes.

Efectivamente, querido lector...la primavera te está invitando a vivir.



 Ahora dime...¿Aceptas esa invitación?

miércoles, 19 de marzo de 2014

María.

Abrió los ojos cuando aquellas manos enguantadas sacaron su cabeza del agua, su cabello mojado bailaba tambaleante sobre su frente, quedando pegado a esta, dejándole ver con cierta dificultad su reflejo difuminarse con las ondas del agua.

Su mente parecía ausentarse por momentos, dejando de sentir el frío aire estrellarse contra su piel humedecida, dejando de notar como el terso cuero le mantenía sujeta frente a ese bordillo de cemento cubierto de moho y suciedad que se hundía en el suelo como si de un estandarte se tratase.

Tomó aire cuando notó las manos de la chica empujarle nuevamente hacia el agua helada, le tocaría volver a luchar por salir a la superficie, por tomar otra bocanada de aire, por aferrarse a la vida tal y como había hecho durante todos estos años.

Mientras el agua invadía nuevamente cada centímetro de su rostro pudo ver imágenes en su cabeza, imágenes que le presentaban momentos clave de la que había sido su aburrida vida, una vida en la que no había hecho daño a nadie, una vida escrita en mil preguntas sin respuesta.

Esa sensación de ahogo volvía a su pecho, volvía a anudar su garganta con fuerza, como una corbata de espinos que se aferraba a su ahora lastimada piel.

La volvió a sacar...nuevamente la brisa, pudo ver a los niños jugar en el parque que colindaba con la fuente, oyó el chirriar de los columpios oxidados, el lúgubre cantar de los cuervos que volaban formando perfectos círculos sobre las cabezas de los infantes, cada sonido, cada olor la transportaba a otros mundos de forma casi instantánea.

Balbuceó, tratando de emitir algún sonido que hiciese parar a su agresora, trató de girar la cabeza, cosa que la hizo recibir un fuerte tirón de pelo, haciéndola mirar nuevamente al frente, los niños ahora se encontraban cerca de ella, mirándola directamente a los ojos mientras los cuervos daban buena cuenta de su piel, arrancándola de sus cuerpos aun vivos con precisos picotazos, manchando su oscuro plumaje de un brillante tono carmesí.

Los reconoció, allí estaban todos: Su hija Carla, Marcos, el pequeño de la casa...y como no, Marta y Javier, sus sobrinos.

Observó la poca piel que los cuervos dejaron en sus cabezas ahora carentes de pelo, contemplo como dicha piel tornaba en tonos grisáceos, dejando que las venas se marcasen sobre esta.

Se giró buscando ver la cara a la otra chica en el momento en que pequeñas larvas blanquecinas comenzaron a abrirse paso desde dentro de los cráneos de los chicos, devorando todos los tejidos blandos a su paso, invadiendo sus cuencas y bocas...

-¡¿Q-que está pasando?!- Gritó horrorizada, subiendo la mirada hacia los ojos de su agresora, quedando paralizada en el momento que vio el rostro de la chica mientras el olor a podredumbre y el arrastrar de cientos de gusanos invadieron su cuerpo.

-Te estoy matando, María.- Dijo con total parsimonia, retirando una de las manos de su pelo, para sacar de la riñonera una pequeña jeringa llena con algún tipo de liquido amarillento, semitransparente. María la miró horrorizada, se veía a si misma en el rostro de aquella que en pocos segundos decidiría que hacer con su vida. Sus ojos, sus labios, todas sus facciones eran idénticas a las propias...

-P...pero...¿Tú...quien eres...?- Dijo paralizada por el miedo, a la par que la finísima aguja atravesaba la piel de su brazo, directa hacia la vena, sin piedad alguna...

-Oh, cierto, no me presenté...perdona mis modales, mi nombre es Heroína.- En ese momento María pudo sentir como el liquido entraba en su cuerpo, apagando todas las luces mientras la ambulancia, acompañada por su ruidosa sirena se abría paso entre el gentío...

Demasiado tarde.